Los Eternos Ocupados ¿Sobreviven al Modelo Híbrido?

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Los nuevos modelos de trabajo dan otra dimensión a la apariencia de actividad desbordante, propia de empresas que no saben medir la verdadera productividad.

Profesionales que están tan ocupados (o creen que lo están) que apenas tienen tiempo para otra cosa que no sea quejarse de su agobio… Seguro que usted conoce a unos cuantos en su lugar de trabajo.

Este verano que acaba ha resurgido una de esas tendencias que aparentemente son nuevas pero que vienen de lejos –el busy bragging o fanfarroneo por exceso de trabajo-, aunque algunos expertos aseguran que es más bien un resultado desafortunado de las estrategias de regreso a la oficina, y que podría asociarse a la idea del teatro de la productividad que ha crecido al calor de los modelos híbridos.

Ya pasaba antes de la pandemia: el agobio permanente, la pose y la apariencia de actividad desbordante era una actitud que permitían e incluso recompensaban muchas organizaciones que tendían a valorar el que una persona esté encima de sus tareas sin medir la productividad. Se definía esto como cultura del alto rendimiento aparente.

En determinados entornos laborales se favorecía que jefes y empleados fueran improductivos, sobre todo en organizaciones en las que era posible refugiarse en tareas rutinarias y fáciles que no aportan nada y que se caracterizaban por un presentismo que se asimilaba erróneamente a la productividad.

Estatus prepandemia

Estar ocupado, e incluso parecerlo, vendía, y estudios como el de Georgetown University McDonough School of Business concluían que “estar y parecer ocupado en el trabajo es un signo de estatus”.

Ahora, una investigación de la Columbia Business School centrada en el busy bragging, revela que “quienes se quejan en las redes sociales de estar demasiado ocupados suelen convertirlo en un motivo de orgullo. Presumir de estar ocupado es el nuevo símbolo de estatus del milenio, y detrás de la queja de los que están sobrecargados de cosas que hacer se esconde una simulación”.

El estudio añade que “si trabajar mucho y estar ocupado todo el tiempo aumenta nuestro valor social, tener mucho tiempo libre -sin dejar de ser, en algunos casos, un lujo- es síntoma de ser poco exigente”.

En todo caso, alardear en exceso de estar muy ocupado sienta el precedente de que estar sobrecargado de trabajo es una norma o una expectativa y puede generar presión para alcanzar ese nivel de actividad. Y esto alimenta una cultura laboral estresante en la que la apariencia de estar ocupado se valora más que el verdadero desempeño y el bienestar real.

Apariencias

Una reciente encuesta de BambooHR señala que gran parte de nuestra presencia en el trabajo en la actualidad es meramente performativa: el trabajo performativo se refiere a las tareas que los empleados realizan para aparentar que están ocupados en lugar de dedicar realmente su tiempo a actividades y trabajos valiosas. Entre esas tareas está la de asistencia a reuniones innecesarias o dedicar un tiempo excesivo a los procesos administrativos.

Según BambooHR, cuatro de cada diez profesionales encuestados aseguran que tienen la impresión de presentarse en su lugar de trabajo sólo para que su jefe los vea en la oficina. Y casi dos tercios de los empleados remotos mantienen una presencia online incluso cuando no están trabajando activamente.

Por lo que se refiere a los que acuden a la sede de la compañía, más de un tercio asegura que circulan por las instalaciones para que sus compañeros de trabajo puedan verlos, mientras que aproximadamente la misma proporción de empleados llegan antes o se van más tarde que sus jefes, sólo por las apariencias. Presentismo de toda la vida…

Por si no fuera suficiente, la investigación de BambooHR revela que “tanto los trabajadores en la oficina como los que siguen su actividad en remoto admiten que trabajan sólo alrededor de tres cuartas partes de un turno de nueve de la mañana a cinco de la tarde, y que el resto del tiempo lo pasan socializando, posponiendo tareas y realizando actividades no relacionadas con el trabajo”. Y en ese caldo de cultivo pospandemia presidido por los modelos híbridos y las estrategias de regreso a la oficina prosperan muchos empleados que siguen alardeando de lo pesada que es su carga de trabajo.

Este fanfarroneo por exceso de trabajo es propio de trabajadores ruidosos, y se trata de un fenómeno tóxico que puede resultar desagradable para el resto de compañeros.

La intención subyacente suele ser la de proyectar una imagen de persona indispensable y trabajadora, aunque no se destaque necesariamente la eficacia o los resultados reales del trabajo. Alardear de ello puede ser una forma sutil de buscar la validación o la admiración de colegas y jefes.

Un reciente estudio del Personnel Psychology Journal revela que aquellos profesionales que hablan en exceso sobre la cantidad de trabajo que tienen son percibidos como “menos agradables” y “menos competentes”, a pesar de que ese acto de alardear de lo ocupado que uno está tiene como objetivo parecer mucho más profesional, productivo y eficiente. Si alguien está siempre ocupado, pero no produce resultados de acuerdo con esa sensación de actividad puede generar dudas sobre su productividad y será percibido como alguien que tiene dificultades para priorizar o delegar trabajo, y que se queja y se autopromociona constantemente.

La investigación revela que los colegas de un fanfarrón ocupado están menos dispuestos a ofrecerle ayuda, y descifra asimismo algunas señas de identidad de quienes alardean en exceso: hablan constantemente de cuánto trabajo tienen; no suelen realizar muchas tareas (especialmente las asignadas específicamente a ellos); hacen públicos sus éxitos, ya sean grandes o pequeños; y buscan permanentemente el reconocimiento y las recompensas… Mucho más que la satisfacción de realizar su trabajo. La falta de reconocimiento suele alimentar problemas que ya existen entre las generaciones más jóvenes, como la mala percepción de ellos mismos, la falta de autoestima y la dificultad para encontrar valor en su trabajo.

Además, los expertos consideran que centrarse únicamente en la cantidad de tareas puede ser visto como egocéntrico y poco interesante para los demás, mientras que hablar sobre la calidad del trabajo, los logros y las experiencias compartidas suele ser más interesante.

Nuevo o no, este fenómeno puede acarrear efectos negativos, ya que contribuye al agotamiento de los empleados y afecta la capacidad de una empresa para gestionar y atraer talento.

Una investigación sobre carreras profesionales de FlexJobs concluye asimismo que este fenómeno de la fanfarronería excesiva lleva a que los demás perciban al arrogante como egocéntrico, que dañe las relaciones laborales y cause resentimiento y celos dentro de los equipos, lo que dificulta la colaboración.

Además, puede conducir a una menor productividad y rendimiento general entre la fuerza laboral, ya que las personas se preocupan más por parecer ocupadas en lugar de centrarse en la eficiencia y en los resultados.

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