¿Realmente el siglo XXI nos hace menos listos?

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La nutrición, una mejor educación y un entorno más estimulante han contribuido durante décadas a un aumento de un coeficiente intelectual que ahora se estanca o se reduce. No somos menos listos, nos adaptamos y desarrollamos una inteligencia diferente.

En 1980 el politólogo neozelandés James R. Flynn llamó la atención sobre un fenómeno: el aumento sostenido en el tiempo del coeficiente intelectual (CI) de los humanos. La salud, una mayor y mejor educación y también un contexto que invitaba al aprendizaje justificaban esta evolución positiva que ahora está entredicho.

En 2018 los noruegos Bernt Bratsberg y Ole Rogeberg publicaron un informe que tiraba por tierra las teorías de Flynn. Si bien confirmaron que este fenómeno fue una realidad en su país, con un aumento constante de las puntuaciones del coeficiente intelectual para los nacidos hasta mediados de la década de 1970 -tres puntos por década desde 1950-, a partir de entonces la tendencia se revirtió. Parece que los que este año cumplen cincuenta son menos ‘inteligentes’ que las generaciones precedentes. Los investigadores mostraron una caída constante y significativa en las puntuaciones de CI, equivalente a una pérdida de aproximadamente siete puntos por generación. Es lo que se conoce como el efecto Flynn inverso, que sugiere que esa evolución positiva se ha estancado o incluso revertido.

Estados Unidos también ha experimentado esta reversión. Un estudio de Northwestern University que analizó datos de pruebas de CI de 394.378 adultos estadounidenses entre 2006 y 2018 encontró que las puntuaciones de CI habían disminuido por primera vez en casi un siglo. Las reducciones fueron más pronunciadas entre personas de 18 a 22 años y aquellos con niveles educativos más bajos. Asimismo, otras investigaciones han identificado evidencia del efecto Flynn negativo en países como Dinamarca, Reino Unido, Francia, Australia, Países Bajos y Suecia.

¿Realmente nos estamos volviendo menos listos? Puede ser. Aunque también puede obedecer a un fenómenos que está dentro de la lógica. Quizá se debe a que gracias a su plasticidad, nuestro cerebro se está adaptando a una nueva realidad, está entrenándose en un gimnasio mental diferente al del siglo XX.

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El nuevo gimnasio

Los investigadores están buscando la causa de un efecto que no siempre es generalizado. Que la inteligencia no es estática es algo evidente y hay quien sugiere que los cambios en los sistemas educativos pueden ser la causa de esta reversión. Los sistemas educativos modernos pueden haber llegado a ser más humanísticos y menos orientados a procesos, con menos aprendizaje explícito que hace 30 ó 40 años.

Otros echan la culpa de este retroceso a la era de los smartphones y las redes sociales, que vivieron su eclosión en 2007. No es nada nuevo que personas muy inteligentes reconozcan que tienen problemas para mantener la atención y concentración debido a la ubicuidad de las distracciones de internet y smartphones.

Silvia Leal, experta en tendencias de futuro y transformación digital y asesora en la OCDE y la Unión Europea, explica que aunque el efecto Flynn ha demostrado un incremento constante del CI, ahora se vive un estancamiento o retroceso de esos datos: «Esto se atribuye, entre otros, a un ajuste tras alcanzar su posible tope, pero también al uso excesivo de la tecnología, lo que para algunos muestra un claro retroceso en la inteligencia de la población. Sin embargo, cada vez son más los que consideran que este fenómeno realmente nos debe llevar a repensar la forma de medir la inteligencia y al ajuste de los tests porque, por ejemplo, los jóvenes son más hábiles en la actualidad a la hora de resolver problemas». Estamos en un nuevo gimnasio cerebral en el que todo no es tan malo como parece.

La oportunidad

Algunas investigaciones recientes sugieren que las caídas en la puntuación de CI -efecto Flynn inverso- no reflejan una disminución de la inteligencia. No somos menos listos, sino que estamos desarrollando un perfil de inteligencia diferente. Así, la psicóloga Patricia Greenfield explica en un artículo publicado en la revista Science lo que denomina teoría del intercambio: las habilidades cognitivas no se suman, sino que compiten. Argumenta que nuestro entorno actual, rico en estímulos visuales, fortalece la inteligencia visual-espacial a expensas del pensamiento crítico, la reflexión y el vocabulario que fomenta la lectura profunda.

Daphne Bavelier y C. Shawn Green, especialistas de ciencia cognitiva de la Universidad de Rochester (Nueva York) demuestran que el uso intensivo de videojuegos produce mejoras medibles en la atención visual, la velocidad de procesamiento y la capacidad de tomar decisiones rápidas bajo presión. Estas son habilidades que aumentan nuestra capacidad de adaptación a este mundo, aunque no sean las que miden los test de CI tradicionales. La clave parece estar en medir de otra manera.

Y aún hay más: Las inteligencias múltiples de Howard Gardner permiten interpretar el efecto Flynn inverso no como un declive, sino como un cambio de foco: la sociedad del siglo XXI está priorizando y entrenando inteligencias diferentes, como la espacial y la interpersonal en red, a las que valoraba en el siglo XX, principalmente la lógico-matemática y la lingüística-abstracta.

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El cambio

La lógica ha dado paso en este siglo a la inteligencia emocional, la adaptación y el pensamiento crítico, es decir, esas habilidades blandas –soft skills– que, en igualdad de conocimientos, son decisivas en la selección de un candidato. Leal asegura que la mejora de la medición de los test de CI se refleja precisamente ahí, en la resolución de problemas, mientras que baja la capacidad de memorizar de los jóvenes. Sin embargo, cree que «hay que ser realista y tener en cuenta que para ser capaz de resolver bien los problemas a los que nos enfrentamos hoy, y por supuesto los retos laborales, no es suficiente esta capacidad, sino que hay que rodearla de conocimiento y del resto de las competencias que mejoras, inteligencia emocional, etcétera. Por ello, por sí sola no creo que sea el mejor predictor, pero si tenemos en cuenta el conjunto podríamos tener una visión muy clara de hasta dónde podría llegar o no una persona en el mundo laboral con un mínimo margen de error».

Los superpoderes de cada generación

No hay una generación mejor que otra, todas aportan y cada una tiene su superpoder.

  • Boomers (1956-1965). Comprometidos, autosuficientes y competitivos se formaron para liderar grupos e identificar roles. Su fidelidad laboral es indiscutible, están orgullosos de su trabajo, trayectoria y prestigio.
  • Generación X (1966-1980). Recuerdan el mundo analógico y se han adaptado al tecnológico, una combinación que aprecian las organizaciones. Menos jerárquicos que sus predecesores, se caracterizan por su diplomacia.
  • Millennials (1981-1994). Individualistas, confiados y creativos, son la chispa que reclamaban las generaciones precedentes, el complemento perfecto, ya que son más hábiles con la información que con el conocimiento.
  • Generación Z (1995-2009). Muy preparados, digitales y adaptables, son el cóctel perfecto para los reclutadores. Tienen una perspectiva global y tratan de buscar soluciones llegado el momento… aunque se sienten perdidos si la tecnología, que les ha acompañado toda su vida, falla.
  • Generación Alfa (2010-?). Nativos digitales. Es la generación con mayor acceso a un volumen infinito de información, interaccionan con las redes sociales, entenderán un mundo deslocalizado, las estructuras planas y la colaboración, lejos del individualismo de otras generaciones.

 

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