Las campañas aisladas no son suficientes. Es necesario rediseñar los objetivos y procesos con el apoyo de la alta dirección para fomentar la colaboración, el propósito y el reconocimiento.
La campaña Septiembre Amarillo invita a la reflexión sobre la vida, el autocuidado y la prevención del suicidio. Si bien ha cobrado fuerza en el ámbito empresarial, también plantea un desafío: ¿quién, después de todo, es responsable de la salud mental en el trabajo?
Existe una paradoja. Septiembre Amarillo es esencial para iniciar el diálogo, pero no puede reducirse a campañas aisladas lideradas únicamente por RR. HH. Las conferencias, los grupos de discusión y los talleres de autocuidado son valiosos para concienciar y aprovechar el reconocimiento de los desafíos actuales, pero deben complementarse con cambios estructurales en las normas, los objetivos, los sistemas de evaluación y los estilos de liderazgo.
Este debate no se limita al bienestar individual, sino a la sostenibilidad empresarial. La Organización Mundial de la Salud estima que la depresión y la ansiedad provocan una reducción de la productividad global que cuesta un billón de dólares. En Brasil, en 2024, se registraron más de 470.000 ausencias por trastornos mentales, la cifra más alta en una década. Cada ausencia impacta directamente en la productividad, aumenta la rotación de personal, incrementa los litigios y aumenta la carga fiscal de las empresas a través del FAP (Factor de Prevención de Accidentes).
La paradoja es aún mayor cuando analizamos el propio departamento de RR. HH.: si bien se preocupa por los demás, también es el más sobrecargado. Las investigaciones indican que más del 80% de los profesionales se sienten agotados y el 65% ha sufrido algún problema de salud mental en el último año. En definitiva, RR. HH. por sí solo carece del poder para transformar la lógica organizacional.

Esta lógica, heredada de décadas de gestión centrada exclusivamente en la eficiencia, ha creado entornos en los que la competencia es vista como una virtud, pero que en la práctica degradan las relaciones y erosionan el significado del trabajo.
Repensando la oficina
Es en este contexto que Septiembre Amarillo debe considerarse no como un fin, sino como un punto de partida. Las campañas son necesarias para abrir espacios y romper tabúes, pero deben ir seguidas de iniciativas continuas, alineadas, por ejemplo, con la Ergonomia Mental, un concepto que propone repensar la organización del trabajo para fomentar la salud y la productividad, considerando la subjetividad humana.
Esto implica replantear creencias arraigadas, como la idea de que <<lo importante es ser el mejor» o que «el reconocimiento excesivo es autocomplaciente», y rediseñar objetivos y procesos para fomentar la colaboración, el propósito y el reconocimiento. Aquí es donde la alta dirección, con la autoridad para influir en las normas y políticas, debe asumir la responsabilidad.
La nueva NR-1 refuerza esta visión al hacer obligatoria la evaluación y gestión de los riesgos psicosociales. Y este no es un proceso que RR. HH. pueda llevar a cabo solo: requiere la participación de ingenieros de seguridad, técnicos de salud ocupacional, SESMT (Gestión de Supervivencia y Emergencias), especialistas en ergonomia y especialistas en psicodinámica del trabajo. Pero, sobre todo, depende de líderes dispuestos a reconocer que cuidar la salud mental es cuidar la empresa.

Decisiones de liderazgo
En este contexto, el comportamiento del gerente es crucial. Crear seguridad psicológica implica reconocer los logros, valorar las fortalezas y tener la valentia de exponer las debilidades. Cuando un líder comparte su humanidad, empodera a su equipo para que haga lo mismo. Este entorno de confianza es esencial para diagnósticos precisos de ergonomía mental, la colaboración entre los empleados y la cocreación de soluciones sin sesgos.
Pero el comportamiento del liderazgo debe ser coherente con las normas. De nada sirve que el directivo dé ejemplo de colaboración si el modelo de evaluación es individualizado y el desempeño se relativiza (estimulado por la competencia: la clasificación).
Cuidar la salud mental no compromete los resultados: es lo que garantiza resultados sostenibles. Las empresas que comprenden esto fortalecen el compromiso, reducen los costos invisibles y aportan más valor a la sociedad.

