En cinco años será común compartir el día a día laboral con compañeros de trabajo que serán robots humanoides, y que transformarán nuestro empleo, actividad y relación profesional.
«Los robots humanoides no reemplazarán a una gran cantidad de trabajadores humanos de la noche a la mañana, pero su creciente destreza, inteligencia y competitividad en costes sugieren la posibilidad de que asuman una parte significativa de los trabajos físicos en tres o cinco años»… Este es uno de los vaticinios de un reciente informe elaborado por Bain & Company, que invita a las empresas con visión de futuro a experimentar sobre la adopción de estos nuevos compañeros de trabajo para obtener ventajas competitivas.
Cuando la tecnología sustituye a la mano de obra se produce una modificación de las condiciones de trabajo. Es evidente que la convivencia profesional con los robots puede dar lugar a la amortización de puestos por causas tecnológicas, ya que desaparece el contenido de determinados puestos y la reducción de jornadas laborales. Pero también puede contribuir a mejorar la competitividad, a crear nuevos negocios y generar empleo.
Lo que se conoce como inteligencia social -la convivencia de humanos y máquinas en el entorno laboral- no es algo nuevo. Implica que el trato que tengamos con un robot será más parecido a la manera en la que interactuamos con otras personas, y esto cambia el concepto y la relación tradicional de trabajo.
Además, nos enfrenta a conflictos laborales y a formas de trabajar nunca vistos. Para empezar, las organizaciones tendrán que adaptar sus códigos de conducta o sus convenios colectivos para reflejar en ellos la nueva relación con estos agentes recién llegados al mundo laboral. En un inicio, muchos aspectos de esta nueva relación de trabajo y convivencia profesional comenzará a regularse por medio de políticas internas.
En esta elucubración sobre las nuevas relaciones laborales que plantea la convivencia laboral con robots humanoides pueden aparecer conflictos que tienen que ver con los posibles derechos de estos nuevos compañeros de oficina. En principio, en el caso de las máquinas, el único derecho es que tengan mantenimiento. Eso podría identificarse con una cierta clase de reconocimiento. Y ya puestos, también se pueden plantear interrogantes sobre la seguridad y la salud laboral, que son cuestiones afectadas por la interacción entre trabajadores y máquinas.
Parece evidente que la colaboración entre robots y humanos evitará muchos accidentes laborales, pero pueden surgir riesgos psicosociales que se derivan de una nueva relación profesional. Un ejemplo puede ser el estrés que genera el trato con un robot durante toda una jornada laboral.
Efecto inmediato
Ahora, el estudio de Bain & Company anticipa que dentro de un lustro los robots humanoides serán capaces de realizar una amplia gama de tareas físicas a un coste que iguala o supera al de la mano de obra humana. Se prevé que su adopción se acelere en todos los sectores, desde la manufactura hasta la restauración, la sanidad e incluso la construcción.
Entre las fuerzas que aceleran el desarrollo y la adopción de robots humanoides en el entorno laboral la investigación de Bain & Company destaca la movilidad y la destreza robóticas, que alcanzan niveles humanos. Los robots humanoides son polivalentes y, guiados por la IA, podrán aprender y adaptarse a los entornos en los que se implementen.
También hay que tener en cuenta que, al igual que los robots fijos, los humanoides estarán activos durante 24 horas, lo que aumentará enormemente la productividad. Está claro que esto cambia la jornada laboral, y que el presentismo que aqueja a muchas organizaciones en las que cuenta más el ‘estar’ que el ‘hacer’ se reducirá cuando algunos compañeros robots humanoides desarrollen tareas en la compañía durante las 24 horas. Serán competidores imbatibles para los presentistas, y plantearán un cambio en los perfiles profesionales y en la cultura de las organizaciones, enfocadas hacia la eficacia.
Hay un impacto evidente en las relaciones laborales y en los modelos de trabajo. Para empezar, está la reconfiguración de empleos: por ejemplo, en Corea del Sur el 10% de la fuerza laboral ya fue reemplazada por robots, según Nature, que añade que «mientras la IA desplaza tareas rutinarias, genera nuevos roles en mantenimiento de sistemas y programación».
Es evidente que los empleos en los que hace falta la impronta humana están a salvo de desaparecer, pero requieren una adaptación y la adquisición de un nuevo juego de habilidades profesionales que nos hagan más competitivos y empleables. Así, capacidades como la creatividad y la percepción de las emociones son esenciales para la experiencia humana y resultan difíciles de automatizar. Las labores vinculadas a las emociones seguirán siendo realizadas por los seres humanos.
Y no se pueden obviar los retos éticos, ya que surgen debates sobre privacidad en el uso de datos biométricos y responsabilidad legal en decisiones automatizadas que exigen marcos regulatorios globales.
Los robots no sólo permiten realizar de una forma más económica y eficaz ciertas actividades físicas rutinarias. También pueden llevar a cabo actividades que incluyen capacidades cognitivas que se consideran como «demasiado difíciles de automatizar» con éxito.
Entre ellas está sentir emociones, hacer juicios tácitos o incluso conducir. Según un estudio de McKinsey, menos del 5% de las ocupaciones puede automatizarse por completo con la tecnología actual, pero cerca de un 60% de las profesiones cambiará hasta cierto punto, y sufrirá una redefinición significativa en lo que se refiere al trabajo y a los procesos comerciales.
Adopción imparable
Bain & Company también destaca que el entrenamiento es cada vez más sencillo e inteligente -la IA en lenguaje natural permite a los humanos instruir a los robots sin necesidad de programación especializada-; y además, la paridad de costes está al alcance: entre 2022 y 2024, el coste unitario de los robots humanoides se redujo al menos un 40%, mientras que los costes laborales en la UE aumentaron un 5% entre 2023 y 2024. Así, el robot de 16.000 dólares de Unitree, equivale al coste anual del salario mínimo en Estados Unidos, y está muy por debajo del coste de un trabajador cualificado.
Una nueva relación laboral
- Las empresas integran robots humanoides para trabajar junto a empleados humanos, aumentando la productividad sin reemplazar completamente a las personas.
- Los robots se usan en tareas monótonas, repetitivas o de riesgo, mejorando la seguridad laboral y liberando a los trabajadores para roles que requieren más habilidades cognitivas. Los empleados se están moviendo hacia roles de supervisión, mantenimiento y coordinación de robots, alejándose de tareas repetitivas.
- Robots con capacidades avanzadas en inteligencia social pueden adaptarse a distintas culturas corporativas, mejorando la aceptación y cooperación con humanos. Hay robots humanoides que se usan en atención al cliente, acompañamiento en hospitales y tareas logísticas.
- Por ejemplo, BMW Group emplea robots humanoides colaborativos para tareas repetitivas en líneas de producción, aumentando la eficiencia; Softbank Robotics implementa robots humanoides en bancos, hoteles y tiendas para atención personalizada y soporte al cliente; y en ciertos hospitales de Japón se usan robots humanoides para acompañamiento de pacientes y asistencia en tareas básicas.
- Surgen perfiles mixtos que combinan habilidades técnicas y sociales para colaborar con maquinaria inteligente y robots.
- Los nuevos modelos incluyen capacidades para reconocer emociones y adaptar sus interacciones según el contexto de la organización, facilitando la aceptación de los seres humanos.
