La inteligencia artificial es un agente de cambio en las organizaciones, ya que está revolucionando el liderazgo y la forma de trabajar, que son pilares de la cultura corporativa. La cuestión es si será un factor decisivo para transformar patrones de comportamiento.
La corbata ha sido la gran desterrada de los profesionales de cuello blanco. Aunque algunos colectivos se resisten a abandonar lo que en su momento fue un pasaporte al respeto y al éxito profesional, en los felices 90 los nuevos emprendedores, ahora grandes magnates millonarios, rompieron el molde optando por las zapatillas, las camisetas y las eternas sudaderas. También apostaron por esta indumentaria informal los protagonistas del auge tecnológico del siglo XXI como símbolo de innovación y modernidad: ya no necesitaban aparentar para demostrar un éxito que era y es más que evidente. Pese a todo, no hace falta ser un experto para saber que la indumentaria tiene un impacto profundo en la cultura corporativa, es un reflejo de los valores, la identidad y, en cierto modo, una extensión de la marca empleadora. Ahora que la inteligencia artificial (IA) se ha colado en las empresas y reclama el protagonismo que todos alimentamos sin querer, cabe preguntarse si puede obligarnos a ‘llevar corbata’ en un intento de marcar una cultura corporativa que, en tiempos no tan lejanos, fue sinónimo de éxito y prosperidad.
Agente corporativo
«La inteligencia artificial ha dejado de ser una promesa futurista para convertirse en un nuevo agente dentro del sistema corporativo», afirma María García, presidenta de Smart Culture. En su opinión, el desafío actual al que se enfrentan las personas y las organizaciones no es la IA, sino la transformación organizacional, la evolución del modelo mental con el que operamos a nivel colectivo -cultura-, y a nivel individual. «Tiene que ver con aprender nuevas habilidades y también con desaprender».
Gemma López, especialista en experiencia de empleado en Prodware, coincide en que la IA desempeña un papel como agente de transformación: «Actúa como habilitador de eficiencia, creatividad y toma de decisiones, mejora la prestación de servicios y hace que el individuo se centre en tareas de más valor estratégico. No reemplaza, sino que complementa y amplifica a cada empleado«.

Todos estos elementos parecen más que decisivos para impactar en la cultura corporativa, es decir, en el modo de hacer que define a las organizaciones y que, en definitiva, las hace únicas.
Raquel Roca, conferenciante y experta en el futuro del trabajo, asegura que la IA ya actúa como un colaborador más: «Analiza datos, propone soluciones, anticipa escenarios, y lo hace en tiempo real. Esto no sólo transforma procesos, sino también la estructura misma de la toma de decisiones». Define la IA como una aliada natural para el presente y el futuro. Sin embargo, reconoce que esta herramienta todavía carece de «ese no sé qué humano que nos inspira y nos conecta, carece de intuición, deseo, emoción, carisma… aún necesitamos el alma detrás del algoritmo«.
Pese a todo, la incorporación de la IA a nuestras vidas es un agente de cambio cultural. «Sin cambiar la cultura y potenciar nuevas habilidades digitales y de liderazgo es imposible adoptar la IA en nuestras vidas. Es decir, si la incorporamos desde una visión estratégica y cultural, puede convertirse en un potente motor de evolución», subraya García.
El cambio
La inteligencia artificial cambia las reglas del juego. Como dice Roca, «no es sólo digitalizar tareas, es cuestionar cómo trabajamos, cómo aprendemos y cómo nos relacionamos. Exige salir de la zona de confort y abrazar una cultura de adaptación, colaboración y pensamiento crítico». Añade que, además, «nos sitúa frente a un cambio generacional clave: pasar del ‘saber’ al ‘saber usar'». López coincide en que la IA es un asistente, «un copiloto que nos está ayudando».
Los actores
¿Quién aporta valor a la IA? ¿Quién puede convertirla en un detonante del cambio cultural? Toda la organización está implicada en el desarrollo y dependencia de la IA. «Desde los comités directivos hasta los equipos operativos. Pero sobre todo son los líderes quienes tienen la responsabilidad de integrar la IA con visión estratégica y sensibilidad humana. Si la usamos como apoyo para tomar decisiones más informadas, objetivas y rápidas, puede generar confianza y empoderamiento», señala Roca.
Según García, es esencial que el comité de dirección y los líderes de la compañía «sean ejemplo para el resto de la empresa y definan la estrategia de adopción, es decir, en qué asuntos puede aportar valor la IA, esto es marco ético. Su liderazgo es crucial para alinear la tecnología con los objetivos corporativos». También destaca el papel de todos los stakeholders, tecnología, área de personas e innovación para definir las fases para implicar a toda la compañía, a lo que suma la necesidad de involucrar a los empleados -usuarios-, «generando una cultura de experimentación continua».

Las relaciones laborales
Las relaciones laborales tampoco escapan a la IA. García explica que «cuando se incorpora como co-decisor, no como sustituto, se genera un nuevo equilibrio en las relaciones laborales: más transparencia, mayor confianza y un enfoque más estratégico en la toma de decisiones». No obstante, Roca advierte de que «mal utilizada puede generar el efecto contrario: decisiones deshumanizadas, relaciones más frías y brechas de poder. La clave está en equilibrar los datos con la empatía».
La diversidad
Otra de las cuestiones que salen a la luz cuando se habla de la IA es su papel como elemento integrador. «No sólo nos permite traducir o tener información, sino adaptarla a los contextos culturales. Esa personalización ayuda a que las personas se sientan más incluidas», observa López.
Pero no todo vale. García asegura que si la IA se entrena con datos diversos, refleja y potencia diferentes perspectivas, pero si se alimenta sólo con patrones históricos homogéneos, reproducirá los mismos sesgos y exclusiones del pasado. Por eso cree que es esencial abordar desde el principio la evolución cultural y poner foco en la cultura que necesita la compañía para acelerar la adopción de la IA: «Es importante hacer un diagnóstico en el que participe toda la organización y los diferentes colectivos, tanto de la cultura actual como de la ideal con datos que acelere todo el proceso».

Hacia una nueva mentalidad
- La IA está demostrando que es el primer paso hacia una nueva mentalidad que, según Raquel Roca, conferenciante y experta en el futuro del trabajo, permite crear entornos más saludables y organizaciones más inclusivas, desde la ética -«hay que garantizar que los algoritmos no perpetúen desigualdades ni tomen decisiones sesgadas- y, en segundo lugar, desde el diseño organizativo, es decir, «que la IA esté al servicio del bienestar, no de la vigilancia o de la hiperproductividad».
- A partir de su experiencia con Smart inteligencia artificial María García, presidenta de Smart Culture, señala que para acometer el cambio de mentalidad es necesario adoptar la IA de manera holística, ya que conecta cinco cuestiones clave: cultura, estrategia, tecnología, talento y liderazgo centrado en personas: «La integración de la IA en nuestras organizaciones tiene que venir acompañada de un cambio de mentalidad en la que las habilidades técnicas y humanas se complementan mutuamente. Ofrece la oportunidad de resolver temas pendientes: ‘micromanagement’, cultura de ‘feedback’, pensamiento único y grupal, el error como aprendizaje, visión transversal y holística».