Aprender, Aprender, Aprender. El mundo de las Comunidades de Práctica

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Seguimos sumando columnistas, en esta ocasión le damos la bienvenida a Fabiana Gadow!

Ya todos sabemos que vivimos en un mundo  VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo),
Y este es el escenario en que se desenvuelve tanto nuestra vida  personal como laboral.

Las fuentes y desarrollos de conocimiento se multiplican vertiginosamente, al punto que en las organizaciones nos preguntamos: ¿Cómo podemos mantenernos actualizados y estar a la altura de los desafíos de gestión que se nos presentan?

En el siglo XX la respuesta más clásica, era la elección de estudios de Posgrados. Hoy sigue siendo una opción de valor, aunque no suficiente. Porque el conocimiento se actualiza más velozmente de lo que se “academiza”.

En este sentido, y no casualmente, en la actualidad estamos viendo crecer y diversificarse las
Comunidades de Práctica Virtuales ¿Qué son? ¿Cómo surgen? ¿Qué fines tienen? ¿Qué las hace efectivas?

Según describe Etienne Wenger en su libro Cultivating Communities of Practice: “Las comunidades de práctica son grupos de personas que comparten un interés, una problemática específica o simplemente una pasión sobre algún tema particular y que profundizan su conocimiento y expertise mediante la interacción con otras personas en forma continua y sostenida”.

El principio fundacional de las comunidades es que todos tienen algo para enseñar y algo para aprender; que el éxito propio es el éxito de los demás, y que se basan en la colaboración y en la participación activa de sus integrantes. Y esto solo es posible en tanto se construyan vínculos de “confianza” dentro de las mismas.

Pero si hablamos de “Comunidades Virtuales de Prácticas”, ¿en qué radica su diferencial?

Aquí se nos suman los interesantes debates que también se están dando, acerca de cómo
construir confianza y colaboración entre personas que tal vez nunca se encuentren más allá del mundo virtual.

Según expertos en el tema, a diferencia de otras redes, toda comunidad necesita de una figura que le dé cohesión y mantenga la comunidad viva. El rol de “facilitador – coordinador” es fundamental para asegurar que la comunidad ofrezca valor y para establecer relaciones de confianza. En el caso de las comunidades virtuales, este rol debe ubicarse con la suficiente solidez y credibilidad, de forma tal de generar el marco adecuado para que el grupo pueda construir su propio sentido de pertenencia e identidad, a diferencia de las características vinculares más rede profesional.

Asimismo, debemos sumar aquí el factor del “perfil virtual/público” que cada uno de nosotros
tenemos (lo gestionemos o no) y brinda información al otro, sobre la cual también construirá
su propia imagen ante los demás.

Pero ineludiblemente, todos estos temas deberán ser trabajados dentro de las comunidades de práctica, porque no hay vuelta atrás: en la medida en que la tecnología lo permite, la globalización es un hecho, y la innovación es indispensable, necesitaremos capitalizar la tecnología disponible para generar entornos más interconectados y colaborativos, que potencien de este modo la inteligencia social de las organizaciones.

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